— ¡Estoy perdidamente enamorado de ti!
La joven le responde:
— Cerca de la fuente hay otra muchacha tan guapa que yo no soy digna de ser su sierva.
El joven beduino giró enseguida la cabeza y se puso a buscarla: No había nadie.
Entonces la muchacha exclamó:
— ¡Qué hermosa es la sinceridad y qué fea es la mentira! Dices amarme y basta que yo te hable de otra mujer para hacerte girar la cabeza y buscarla desesperadamente.
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